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Clodia: la Medea del Palatino


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La literatura y la historiografía han convertido a la patricia romana Clodia Metela, esposa del procónsul Metelo y hermana del tribuno Clodio, en una mujer frívola, depravada y ninfómana. Pero si fue una mujer fatal nunca lo sabremos, pues ella no dejó testimonio propio, lo que conocemos se lo debemos a sus enemigos o a sus examantes y estos no suelen ser muy objetivos.

Todo comenzó con los poemas de Cayo Valerio Catulo, uno de los escritores que mejor retrató la vida amorosa de la alta sociedad romana a finales de la República en el sigo I a. C. Era este miembro de una rica familia de Verona, en la Galia Cisalpina, relacionada con Julio César. En sus poemas, Catulo habla de su amor (y luego de su odio) por una dama de clase alta a la que apoda Lesbia. Una mujer libre, casada, bella y culta, pero que, a su juicio, se comportaba como una cortesana.

Aunque no sabemos quién fue la mujer real que se escondía tras la figura de Lesbia, la tradición literaria afirma que se trataba de Clodia, la hija del cónsul Apio Claudio Pulcer, esposa de Quinto Metelo Celer, procónsul de la Galia Cisalpina, y hermana de Publio Clodio Pulcer, tribuno de la plebe, la misma mujer conocida por la historia por haber sido atacada por Marco Tulio Cicerón en su discurso Pro Caelio (ca. 56 a. C.).

Es posible que la encumbrada familia Claudia a la que pertenecía Clodia (en realidad su nombre era Claudia pero su hermano lo cambió por el plebeyo Clodio por motivos políticos y ella lo secundó) estuvieran en buenas relaciones con la acaudalada familia de Catulo, y cuando el poeta llegó a Roma procedente de la provincia, ca. 61 a. C., ambos pudieron tener un affaire; pero eso debió suceder antes de la estancia oficial de Catulo en Bitinia. Muerto el esposo, Metelo, ca. 59 a. C., la viuda Clodia sustituyó a Catulo por otro joven prometedor en política, Marco Celio. Al parecer con motivo de la muerte de su hermano, Catulo marchó a Verona y en su prolongada ausencia tuvo lugar la nueva relación amorosa de Clodia y Celio, ca. 55-54 a. C., y que duró al menos tres años.

“Lesbia a la que amó Catulo más que a sí mismo, y que a los suyos todos, ahora por las esquinas y callejas se la pela a los nietos del gran Remo”. Dijo, en venganza Catulo en uno de sus poemas, también la acusó de mantener relaciones incestuosas con su hermano, el guapo tribuno Clodio, la misma acusación vertió Cicerón en el Pro Caelio contra ambos hermanos, pero este tipo de ataques denigratorios del contrincante, por lo general falsos, eran frecuentes en la política romana. Cicerón también acusó a Clodio de adúltero, dijo que disfrazado de mujer se coló en la casa de César durante los rituales de la Bona Dea, en los que solo participaban las mujeres, en busca de Pompeya, la esposa de César. También lo acusó de homosexual y de incestuoso con sus hermanos varones. Pero ningún adversario político se libró de los insultos de Cicerón, ni Pisón, ni César, ni Antonio. Y a Clodia la llamó además la Medea del Palatino, uno de los ricos barrios de las clases altas de Roma. La enemistad de Cicerón y Clodio era notoria y atacar a su hermana era una buena estrategia.

La Medea del Palatino

Los poetas latinos como Catulo presentaron una imagen ociosa de la aristocracia romana de su tiempo, una clase social privilegiada cuyas costumbres y falta de interés en los asuntos públicos puso en peligro a la República, en opinión de los estoicos . Era una vida, según los literatos, basada en la promiscuidad sexual, los banquetes y las fiestas, la música y el canto, el derroche en general. Presentaban a las mujeres como coquetas y presumidas, irascibles y crueles, autoritarias pero apasionadas, bebedoras y amantes de las joyas lujosas y los perfumes de Oriente.

El delito de estas damas de alcurnia, y por lo que pasaron a la historia, fue comportarse igual que lo hacían los hombres, como individuos libres y con capacidad de liderazgo dentro de su grupo social. Clodia, como otras, fueron abanderadas de una nueva corriente literaria e ideológica, la de los neoteroi, los novísimos, que comenzó a ganar adeptos entre los jóvenes urbanitas, un grupo de poetas que se distinguieron por su helenismo y por su defensa del ocio como modelo de vida y se desinteresaron de la política y de la milicia. Preferían pasar el tiempo en los juegos del amor y la composición de poemas que narraban sus aventuras y desventuras. Entre ellos destacó Catulo. Se reunían en las tertulias donde participan activamente las hijas de familias acomodadas, como Clodia, rebeldes contra las imposiciones sociales.

Estas muchachas de la clase alta eran prometidas en matrimonio sobre los diez años y a los doce podían verse casadas y poco después divorciadas y vueltas a casar sucesivamente en función de las políticas y alianzas de sus familias, sin importar si habían tenido hijos o se habían enamorado de alguno de aquellos maridos. Las mujeres del siglo I a. C. anhelaron un cambio con respecto a sus madres y abuelas, una independencia económica, social, política y sexual, de tal forma que, bajo el prisma de sus mayores, su comportamiento era similar al de las cortesanas, lo cual supuso numerosos disgustos para sus familias pues los ideales del matrimonio comenzaron a perder significado para ellas que aspiraron a encontrar el amor fuera del mismo.

Y precisamente uno de los mayores ejemplos de aristócrata independiente fue Clodia. Tanto Catulo, como Celio, como Cicerón cayeron bajo su encanto. Por el historiador Plutarco sabemos que Cicerón empezó a frecuentar el ambiente de los intelectuales, artistas y escritores que se reunían en casa de Clodia, pero no conocemos hasta qué punto llegó su relación, lo cierto es que Cicerón se alejó de ella debido a dos motivos: los celos de Terencia, su esposa, y también la enemistad pública con Clodio, el hermano de Clodia. Posteriormente Cicerón aceptó la defensa de Celio que había sido acusado entre otras cosas de intentar envenenar a Clodia. Pero Celio salió indemne del juicio gracias a la eficaz defensa de Cicerón que acusó a Clodia de vivir una vida de adulterio, desvergüenza y despilfarro, de asistir a banquetes organizados por hombres, y de organizar otros en los jardines de su villa de Bayas, el lugar de moda donde veraneaba la juventud romana del momento.

De este juicio, desgraciadamente, solo se conserva el discurso de Cicerón, el Pro Caelio, no sabemos qué pudieron decir Clodia ni sus abogados.

El final de Clodia nadie lo sabe. Del resto de los personajes de esta historia conocemos que Catulo falleció muy joven, que Celio murió en el sur de Italia debido a la rebelión que provocó junto a otro personaje público del momento, Milón, revuelta que tuvo que sofocar César. Clodio fue asesinado por los partidarios de este Milón, mientras que Cicerón fue ejecutado públicamente por órdenes de Antonio. Tampoco sobrevivieron César ni Antonio. Estos enfrentamientos políticos en tiempos de Clodia Metela solo fueron un anticipo de las guerras civiles que acabarían con la República, y esta patricia romana no solo fue testigo de los hechos, sino que participó activamente en la vida social, en un intento de alcanzar la independencia y la libertad.

Si te gustó esta historia te encantará "Carmen: la mujer libre" y "Sat-Amón: la princesa rebelde".

Imágen

A partir del óleo de John William Godward, Dolce far niente, 1904, colección privada

Para saber más

Francisco Pina Polo, “Cicerón contra Clodio: el lenguaje de la invectiva”, en Gerión, 9, 1991, 131-150

José María Blázquez Martínez, “El mundo amoroso de Catulo y de la Roma de finales de la República”, en Gerión, 2007, vol. extra. 277-310.

Carmen Guerrero Contreras, “La juventud romana en el Pro Caelio de Cicerón”, en Estudios Clásicos, 118, 2000

Manuel López-Muñoz, “Códigos amorosos en la literatura romana” y

Ángela Sánchez-Lafuente Andrés y francisco López Martínez, “La lengua de la poesía amatoria de Catulo”, en Jesús Luque, María Dolores Rincón e Isabel Velázquez (eds.), Dulces Camenae. Poética y poesías latinas, Sociedad de Estudios Latinos, Jaén-Granada, 2010.

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