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Guerra de queridas reales: Ana de Heilly contra Diana de Poitiers

Ana de Heilly era la amante del rey Francisco I mientras que Diana de Poitiers fue la favorita del hijo de este, el duque de Orleans y futuro rey Enrique II de Francia. Ambas fueron enemigas, las cúspides de dos núcleos de poder apoyadas en distintas redes clientelares. La encarnizada "guerra" entre ambas damas duró diez años. Finalizó bruscamente el 31 de marzo de 1547 con la muerte del rey Francisco, que contaba con cincuenta y dos años de edad, y la subida al trono de Enrique. Diana había vencido a Ana.

Damas enfrentadas

Diana de Poitiers, duquesa de Valentinois, una hermosa aristócrata a la que el futuro rey Enrique II había entregado su corazón antes de casarse con Catalina de Médicis, era de ilustre abolengo. A los treinta y un años quedó viuda del gran senescal de Normandía, pero no se entregó a Enrique –entonces duque de Orleans– hasta los treinta y siete años, y eso que él la amaba desde que era un niño. Madame de Valentinois tenía diecinueve años más que él y era conocida por su hermosura, por la blancura de su piel, por llevar siempre el vestido blanco y negro característico de las viudas, y sobre todo por adoptar los emblemas de la diosa romana cuyo nombre llevaba.

Por su parte, Ana de Pisseleu de Heilly, la duquesa de Étampes, la última pasión del rey Francisco, era joven, bella y muy ambiciosa. Aparecía públicamente junto al soberano, exigía y distribuía favores, e influía en las decisiones políticas del soberano.

"Ninguna mujer que haya amado a su marido ha amado a su puta"

Lo más interesante y anecdótico de estos diez años de "guerra" cortesana e intrigas palaciegas, fue que Catalina de Médicis, la esposa del duque de Orleans, el futuro rey Enrique II, sobrevivió al fuego cruzado entre las dos amantes “reales”. Para ello tuvo que mantener relaciones cordiales con Ana de Heilly, la favorita de su suegro, pues la benevolencia del rey le era necesaria si no quería exponerse al repudio, ya que por entonces aún no había dado un heredero al trono; pero también tuvo que hacerlo con Diana de Poitiers, si quería agradar a su esposo. Así que fue una "agente doble", una “espía” dentro de la petite bande, el selecto grupo de amigos de Francisco I, y también en el círculo de la senescala viuda.

Catalina de Médicis se justificó años después: “Yo ponía buena cara a Madame de Valentinois. Era la voluntad del rey, aunque no le ocultaba que consentía en ello mal de mi grado, porque ninguna mujer que haya amado a su marido ha amado a su puta”. Como algunos historiadores han indicado los intereses de esposa y amante, Catalina y Diana, coincidían. Si Enrique repudiaba a Catalina y se casaba con una princesa joven y bella, entraba dentro de lo posible que abandonara a Diana de Poitiers, un peligro que con Catalina de Médicis no existía. Por su parte Diana apoyaba a Catalina para que no fuera repudidada.

El nacimiento del primer hijo de Catalina en 1544, tras diez años de matrimonio, fue un alivio para Catalina y Diana, pues ya no habría repudio de la italiana. Para la Médicis el convertirse en madre significó mejorar de posición dentro de la corte. La florentina tuvo diez hijos nada menos, de los que siete sobrevivieron a la infancia, tres varones que murieron jóvenes y que llevaron la corona uno tras otro: Francisco II, Carlos IX y Enrique III (el último de los Valois); y un varón que falleció antes reinar, Francisco, el duque de Alençon; así como tres hijas: Isabel, casada con Felipe II de España, Claudia, casada con Carlos III de Lorena, y Margarita, casada con Enrique de Navarra.

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Para saber más

Benedetta Craveri, Amantes y reinas: el poder de las mujeres, Madrid, Siruela, 2006.

Imágenes

A partir de un retrato del XVI de Ana de Pisseleu de Heilly, atribuido a Corneille de Lyon, en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York.

A partir de un retrato del XVI de Diana de Poitiers, Biblioteca Nacional de Francia.

A partir del retrato de Catalina de Médicis, facsímil del XVI, incluido en el libro Retratos de los más famosas personalidades francesas del siglo XVI, P. G. Niel, París, 1848. Se conserva en la Biblioteca de Artes Decorativas, París.

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