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Eros fin de siècle II: las malas mujeres


El Eros finisecular era fetichista, sádico y morboso. Sus tópicos fueron la femme fatale, la bruja, la vampiro, la prostituta... Se trataba del mito del eterno femenino, de la mujer destructora de hombres que unía los tópicos románticos del erotismo fúnebre y la iconografía de la melancolía, donde el amor aparecía como una enfermedad –la erotomanía– que devenía en muerte y suicidio.

El fin de siglo fue una etapa de extraordinaria creatividad que nació con un espíritu de rebeldía y barroquismo, entre el final del siglo XIX y los comienzos del siglo XX, cuando París y Londres eran las capitales del mundo. Allí convivían diferentes movimientos artísticos como el decadentismo y el modernismo que giraron en torno a la órbita literaria anglo-francesa representada por autores como el marqués de Sade, Choderlos de Laclos, Víctor Hugo, Baudelaire, Swinburne, Lord Byron, Teófilo Gautier, Oscar Wilde y otros cuya obra estuvo marcada por una sensibilidad erótica tendente al Eros negro con voluptuosidad en la muerte, en lo bello meduseo o turbio, donde el horror, la fealdad y el dolor era fuente de placer: el vampirismo, el sadomasoquismo, la necrofilia, la zoofilia, la prostitución y el incesto fueron sus modelos bajo una estética de lo horrendo que se prolonga hasta la actualidad y que podemos ver reflejada en la literatura, en las artes y en el cine convertida en un cliché.

La mitología en las artes finiseculares

Los descubrimientos arqueológicos del XIX supusieron un "redescubrimiento" de la Antigüedad grecolatina que supuso el retorno a lo clásico, al paganismo dionisíaco de ninfas y sátiros, faunos y bacantes, que unía decadencia y crepúsculo, amores pasados, ruina y abandono.

Para pintores y escritores las mujeres fatales pertenecían al mundo de Dioniso, representaban la hechicería, la magia, lo mitológico, la sexualidad desatada, frente al varón que se consideraba representante de Apolo, de la ciencia, del arte y de la civilización.

Así el mundo grecorromano surtió de numerosos tipos femeninos procedentes del mito a las artes y a la literatura: la mujer forjada al gusto masculino (Galatea), la dominatriz (las reinas Ónfale, Pentesilea e Hipólita), la causante de desgracias (Helena, Pandora, Casandra, Filis, Electra, Antígona), la asesina (Clitemnestra, las Danaides), la incestuosa (Fedra, Biblis,Yocasta), la zoofílica (Leda, Europa, Pasífae), la hechicera (Circe, Medea), la avariciosa (Dánae), la mujer lúbrica (las ménades o bacantes; las ninfas), las diosas madres (Diana de Éfeso, Diana romana, Artemisa griega; Cibeles, Astarté o Isthar, Afrodita) y la mujer como monstruo destructor (la Quimera, la Esfinge, la Medusa, la Lamia, las harpías, o las sirenas).

Estos modelos femeninos de la Antigüedad grecolatina se convirtieron en objeto central del decadentismo. Por otra parte el modernismo supuso una evasión de la realidad hacia el mundo del lujo y la fantasía. Su exotismo impuso el gusto por el esplendor del pasado donde se mezclaban extravagancia y erudición, con dioses, banquetes y orgías.

El paralelismo entre las artes enmarcó todo este fenómeno donde los personajes femeninos unían literatura y pintura bajo una estética prerrafaelista, refinada, de ensueño y elegancia, influida por Burne Jones o Dante Gabriel Rossetti. O una estética influida por Moreau, con personajes andróginos, estilizados, en un escenario de lujo exótico bizantino. O por Klimt con sensuales mujeres fatales, como muestran las exposiciones y salones internacionales donde triunfaron los cuadros de tema histórico con protagonismo del desnudo femenino que unían lo mitológico, lo exótico, lo erótico y lo fetichista.

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Para saber más

Bram Dijkstra, Ídolos de perversidad. La imagen de la mujer en la cultura fin de siglo, Barcelona, Debate, 1994.

Praz, Mario, La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica, Barcelona, Acantilado, 1999.

Erika Bornay, Las hijas de Lilith, Madrid, Cátedra, 1990.

Lily Litvak, Erostismo fin de siglo, Barcelona, Antoni Bosch, 1979.

Imágenes

A partir del óleo de Gustave Klimt, Dánae, 1907-1908, Gallerie Wurthle, Viena.

A partir del óleo de Jules Joseph Lefevre, Pandora, 1882, colección privada.

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