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María Luisa de Parma: la reina libertina

Ninguna reina de España ha tenido tan mala prensa ni ha sido tan denostada por la historiografía como la esposa de Carlos IV, calificada de “ninfómana”, “prostituta” y “Mesalina”. Una leyenda negra que convierte a la italiana María Luisa de Borbón-Parma en “buscadora incansable de las sensaciones viriles de cuantos apuestos cortesanos la rodeaban y de los más granados guardias de corps”.

“Las princesas también pueden ser putas”

Cuenta la leyenda que el futuro rey Carlos IV, cuando todavía era un joven príncipe de Asturias, manifestó a su padre (Carlos III) mientras hablaban sobre su prometida María Luisa de Parma que esa muchacha “jamás cometería adulterio”, ya que él "era diferente de todos los hombres, que no pueden casarse con princesas sino con mujeres corrientes que les engañan”. El Buen Alcalde respondió tajante: “¡Hijo mío, pero qué imbécil eres! ¡Las princesas también pueden ser putas!”.

María Luisa nació en Parma en 1751, hija de los duques de Parma, Felipe y Luisa Isabel, nieta por parte paterna de Felipe V de España e Isabel de Farnesio, y por la materna de Luis XV de Francia y María Leszczynska. Era prima por tanto del que sería su marido, Carlos IV. Definida por los historiógrafos como caprichosa y voluble, más bien alta, rubia y no especialmente agraciada. En 1765, a la tierna edad de catorce años, contrajo matrimonio con el entonces príncipe de Asturias, un jovencito desgarbado, retraído y de escasas luces según algunos historiadores.

La corte española en aquella etapa resultaba un tanto espartana, no brillaba por las fiestas, mascaradas o serenatas de que disfrutaba la corte de Parma en que María Luisa se había educado, y que imitaba el estilo versallesco. Alejada, como su marido, de las cuestiones de Estado por deseo expreso de su suegro Carlos III (que recelaba de las posibles intrigas de algún bando nobiliario escudado en su hijo y en su nuera), la princesa de Asturias se aburría solemnemente y decidió organizar el típico salón dieciochesco de moda en Europa, que reunía a aristócratas y a cortesanos bajo el poder de las damas que podían acceder a múltiples distracciones amparadas por la institución del cortejo (una costumbre de la alta nobleza francesa e italiana que permitía a las damas casadas tener como acompañantes a enamorados que la asisten, le regalan, la entretienen, comen y pasan el día con ella con la aprobación del marido). En estas reuniones sociales del “cuarto de los príncipes" destaca Diego Godoy, un guardia de Corps que al parecer tocaba la guitarra en aquellas veladas.

El escándalo recorre Madrid debido a la intimidad entre María Luisa de Parma y el guardia “guitarrista” y los anónimos llegan al mismísimo Carlos III. La princesa de Asturias aduce en su defensa que es “el infundio de algún malnacido”. Por si acaso el rey aleja al tal Godoy de Madrid y el conde de Floridablanca, valido de su majestad a la sazón, da carpetazo al asunto por “imposible de demostrar”. Los príncipes de Asturias sospechan de una intriga contra ellos del partido nobiliario de Floridablanca, y se aproximan políticamente al rival de este, el conde de Aranda.

Pero los cotilleos de la villa y corte no quedan ahí, otros amantes se achacan a la princesa: Juan Pignatelli (también guardia de Corps), Eugenio Portocarrero y Palafox -el conde de Teba-, y Agustín de Lancaster -el hijo del duque de Abrantes-.

Escándalo en la corte madrileña

Ya reina, en un período pleno de acontecimientos históricos, María Luisa de Parma se convierte en una mujer influyente en la voluntad del soberano y con un indiscutible papel protagonista en la política. Pero algunos biógrafos dicen que se “distrae” con otro guardia de corps con el mismo apellido que el primero: Manuel Godoy. Y del monarca, a su vez, dicen que siente “inclinación” hacia el favorito de su esposa. La “Trinidad en la tierra”, comentan que llama la propia reina María Luisa a esta sincera “amistad” que duró toda la vida. Entre el pueblo circulan pasquines, canciones y burlas como la siguiente:

“¿Pero qué admiración le doy

si la reina por su lujuria

le enamoró: ¡oh, qué furia!

Y le sacó del cuartel,

para joderse con él,

señor duque de la Alcudia? (Godoy)”.

Los historiadores se dividen en cuanto a la naturaleza de las relaciones entre Manuel Godoy y la reina, para unos es impensable que no se diera trato carnal entre María Luisa y el guardia de corps en pleno ascenso social, para otros no está demostrado que existiera el affaire. Algunos, más atrevidos, insinúan incluso una relación de cariz homosexual entre el rey y el favorito, lo que otros califican como imposible. Lo único cierto es que Godoy se convierte es uno de los hombres más ricos del país, en duque y grande de España, generalísimo, ministro, Príncipe de la Paz, miembro de la familia real y alteza serenísima.

Las maledicencias no cesan, un rumor atribuye a María Luisa de Parma un ataque de histeria (del que el propio Manuel Godoy la rescata con una sonora y pública bofetada) al saber que su amante ha entablado relaciones con Pepita Tudó. Después se dice que la reina colma de regalos a las amigas de Godoy, incluso que es ella quien propicia el matrimonio del duque de la Alcudia con María Teresa de Borbón, condesa de Chinchón y prima del rey. Pero no permanece la reina ociosa a decir de los maledicientes y aparece un nuevo amante en los rumores populares: Manuel Mallo, otro guardia de Corps de origen venezolano que obtiene el título de mayordomo de semana y que alterna en el real lecho con el Príncipe de la Paz.

Revisando la historia

Según la historiografía revisionista María Luisa de Parma se convirtió en blanco de los ataques dirigidos a Godoy y al soberano, que era visto como un hombre débil, apático y arrastrado por los desmanes de su esposa, igual que Luis XVI en Francia. Siguiendo estas interpretaciones revisionistas la reina fue la víctima propiciatoria de la oposición, la facción de nobles desplazados por sus rivales en ascenso que canalizó sus ataques a través de la reina. El rey no debía tener tan cortas entendederas como manifiestan algunos si es cierto que dijo sobre los que ambicionaban puestos de relevancia aquello de que de "cien pretendientes salen noventa y nueve enemigos y un ingrato”.

Al partido de nobles intrigantes se une el recelo del clero cuando no la abierta enemistad; el descontento por la subida de impuestos frente a los dispendios de la corte; las frustraciones por los reveses militares; la mala situación económica; la hambruna, y las epidemias. Por no mencionar la habitual misoginia y la xenofobia típica en España contra las soberanas extranjeras. La reina María Luisa, por su parte, contraviene las convenciones vigentes, promociona y enriquece a su círculo de confianza alimentado los rumores y echando más leña al fuego. Recibe, despacha y asiste a reuniones del Consejo de Estado escapando del modelo doméstico de esposa y madre requerido en una reina.

La política europea se complicó tras la ejecución de Luis XVI, la legitimidad real quedó herida de muerte. Siguiendo con la interpretación revisionista la principal arma contra la monarquía fue la supuesta “bondad” o “necedad” del soberano y la “inmoralidad” de la reina, en la línea de los libelos contra María Antonieta a la que María Luisa de Parma se considera similar. Además, en España ya cundía el ejemplo de acusaciones de inmoralidad en las vilipendiadas Juana de Avis (la madre de Juana la Beltraneja), Isabel de Farnesio o Bárbara de Braganza. Para colmo, las imputaciones de infidelidad de María Luisa de Parma provienen en parte del partido fernandino compuesto por miembros del gobierno, de los estamentos privilegiados y de la guardia real. El futuro Fernando VII financia los pasquines contra su madre, por lo que el propio Napoleón le hizo ver: “V.A.R. no tiene otros derechos sino los que su madre le ha transmitido: si la causa (la de sustituir a Carlos IV) mancha su honor, V.A.R. destruye sus derechos”.

Pero la historia no se detiene. Carlos IV arresta al príncipe de Asturias por conspiración y Bonaparte mueve sus piezas en el gran tablero de Europa. Los acontecimientos se precipitan sobre España, el rey abdica en su hijo, el nefasto Fernando VII, y la familia real se traslada a Francia. Tiene lugar la guerra de Independencia. Una vez periclitada la estrella de Napoleón, Fernando VII es restituido en el trono. Los reyes eméritos Carlos IV y María Luisa se instalan en Roma, en el palacio Barberini, y con ellos el fiel Godoy. Cuando fallece María Luisa de Parma en 1818 el favorito está a su lado. Y otro detalle, en su testamento María Luisa le deja la totalidad de sus cuantiosos bienes, dicen que para compensar las pérdidas que había sufrido este.

El exrey fallece dieciocho días después que su esposa. Godoy, casado con Pepita Tudó una vez difunta la condesa de Chinchón, se instaló en París pero no fue muy afortunado. Fernando VII anuló el testamento de su madre y la Tudó volvió a España dejándolo abandonado (y según dicen algunos se llevó el capital de su marido). El antaño poderoso Manuel Godoy se vio obligado a vivir con una exigua pensión que le adjudicó el rey de Francia. Godoy inició numerosos pleitos pero la restitución de los bienes no llegó nunca. El príncipe de la Paz murió solo y arruinado.

Entre 1771 y 1794 la reina María Luisa de Parma fue madre de los infantes Carlos Clemente (que murió en la infancia), Carlota Joaquina, María Luisa (que también murió niña), María Amalia, Carlos Eusebio (muerto pronto), María Luisa (en recuerdo de su hermana difunta), los gemelos Carlos Francisco y Felipe Francisco (muertos en la niñez), el futuro Fernando VII de nefasto recuerdo, Carlos María Isidro, María de la O Isabel, María Teresa, Felipe María y Francisco de Paula, además de tener numerosos abortos. La paternidad de los dos últimos hijos, como mínimo, se atribuye a Manuel Godoy según los más maliciosos.

Para saber más

Antonio Calvo Maturana, “Con tal que Godoy y la reina se diviertan: en torno a la virtud de María Luisa de Parma y la legitimidad de Carlos IV, en Historia y Política, núm. 31, Madrid, enero-junio 2014, págs. 81-112.

José Antonio Vidal Sales, Crónica Íntima de las reinas de España, Planeta, 2004.

Imágenes

A partir del óleo María Luisa de Parma princesa de Asturias, muy favorecida por cierto, del pintor de la escuela alemana Anton Rafael Mengs, entre 1765-1769, Museo del Prado.

A partir del óleo María Luisa de Parma princesa de Asturias, de Anton Rafael Mengs, ca. 1765, Museo del Prado.

A partir del retrato Carlos IV príncipe de Asturias, de Anton Rafael Mengs, 1765, Museo del Prado.

A partir del grabado de Goya Tal para cual, se trata del número 5 de la serie Los caprichos, 1799.

A partir del retrato María Luisa de Parma con mantilla, de Francisco de Goya, 1799, Museo del Prado.

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