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Gregorio Morales, místico del Eros

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Creía el escritor Gregorio Morales que la vida sin Eros no tenía sentido pues el dios alado es la esencia de cuanto nos rodea, una parte integral de nuestros sueños, la unión de contrarios, el motor que todo lo impregna, el corazón de la vida. Los hombres y mujeres occidentales contemporáneos estamos invadidos de sexo y sin embargo somos analfabetos en erotismo, pues nos hemos perdido en la confusión entre el acto físico mecánico y la banalización del Eros.

La cuarta locura

Para Morales (Granada 1952-2015), uno de los principales investigadores españoles del erotismo, autor de Erótica sagrada, Antología de la literatura erótica e Historia del erotismo, el Eros es el proceso por el cual hombres y mujeres nos despojamos de todo lo extrínseco (familia, nacionalidad, clase social) para quedarnos en lo intrínseco, en aquello que nos es único y que no tiene ni tendrá otro ser humano. Es el motor más potente de la civilización, el responsable de la literatura, la filosofía y la ciencia en cada época. Una fuerza irremisible, superior e indomable de la que nadie escapa, ni siquiera el anacoreta. Dirige nuestros esfuerzos, es origen y meta de cuanto hacemos y conlleva una simbología ancestral que se muestra en los sueños.

Siguiendo la teoría platónica de la cuarta locura, aquella que produce hambre de belleza, amor, sexo y arte, el académico de Buenas Letras de Granada nos indicó que el poseso está transido de Eros, se estremece ante un rostro o un cuerpo hermoso de forma que lo venera como a una divinidad. Conquistar, amar y poseer se convierte para el poseso en la oración del místico porque al hacer el amor tiene una sensación transcendente, sagrada, como si en la unión de dos cuerpos se concentrara el universo. Por ello, nos recuerda Morales, los tántrikas elegían el sexo como camino para buscar lo absoluto, para encarnarse en los dioses dejando a un lado lo físico, adquiriendo un sentido mágico. El éxtasis supremo lleva al poseso a un estado de unión de contrarios con connotaciones cósmicas. A decir de Morales, el que ha vivido esta unidad siente la trascendencia y queda marcado. Es una iluminación con entrega y conversión similar a la de san Pablo. Quien descubre el volcán del que manan sus energías queda en comunión con el cosmos.

El verdadero erotismo reside en lo invisible, en lo que no se ve, decía Gregorio Morales, discípulo de Bataille. Está en el interior de cada uno, no hay que buscar en otros. La tragedia del hombre moderno es que busca en los demás lo que no sabe vislumbrar en sí mismo. De esta forma proyecta sobre el otro lo que no encuentra en él y queda obligado a una continua peregrinación.

La satisfacción del placer no es erotismo, y tampoco es amor. El amor es presencia e identificación, el erotismo es ausencia y extrañamiento, la rememoración de lo gozado. No es entregarse al acto sino a su representación, a sus prolegómenos, a sus pausas. Sin embargo, aunque amor y erotismo se den por separado los contrarios se confunden, el erotismo se hace amor y el amor erotismo. Forman una “madeja inextricable atravesada como agujeros de gusano que nos permiten ir de una dimensión a otra”, dijo Morales.

La tradición literaria erótica

Gregorio Morales, uno de los fundadores de la Tertulia de Creadores del Círculo de Bellas Artes de Madrid por la que pasaron los más destacados miembros de la Movida, del Salón de Independientes y de la Tertulia del Salón en Granada, en las que participaron numerosos escritores, así como del Grupo de Estética Cuántica, dijo que el erotismo es fábula y narración, por ello nunca distinguió entre Oriente y Occidente en sus estudios. En su opinión, sexo, erotismo y placer estaban en ambas tradiciones desde El canto de los hermanos egipcio, el Panchatantra o Los amores de Krisna y Rada hindúes, la Biblia, Las mil y una noches, el Libro de la vida de Teresa de Jesús y el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, el Jin Ping Mei chino, el marqués de Sade, el anónimo griego que escribió la Vida de Esopo, Longo con su Dafnis y Cloe, el epistolario de Abelardo y Eloísa, el Tirant lo Blanc, I Ragionamenti del Aretino, el Decamerón de Boccaccio, la Compilación de Damas de Bourdeille, la Fanny Hill de Cleland, Los dijes indiscretos de Diderot, El libertino de calidad de Mirabeau, la Sor Monika de Hoffmann, el Don Juan de Byron, La señorita Maupin de Gautier, La Venus de las pieles de Masoch, la Lesbia Brandon de Swinburne, la Afrodita de Pierre Louys, Las once mil vergas de Apollinaire, El monje de G. Lewis, Gamiani de Musset, Los cantos de Maldoror de Lautremont, Delta de Venus de Anaïs Nin o la Historia del ojo de Bataille, entre otros muchos textos.

Erotismo y literatura

Ya indicó Gregorio Morales que fueron legión los escritores consagrados que cultivaron -secreta o abiertamente- la literatura erótica así como el erotismo en la literatura, que pueden parecer lo mismo pero no lo son. En su opinión la literatura erótica es un subgénero literario más, con sus reglas y formas, mientras que el erotismo puede estar presente en toda literatura, y por ello sus efectos son más duraderos. La literatura erótica actual a su juicio, es superficial, incapaz de profundizar en los misterios del deseo ni en el mundo interior, es una hija de lo aparente, de las palabras soeces.

El autor de El cadáver de Balzac dijo que el secreto del sexo está en los dioses, para averiguarlo recorrió en sus investigaciones el paganismo, el judaísmo, el budismo, el cristianismo y el hinduismo a través de la metáfora y el símbolo, expresión del concepto mítico de lo sagrado. Revisó treinta y cinco siglos de historia desde la Antigüedad hasta nuestros días para demostrar cómo la celebración de la sexualidad es connatural al ser humano. El intelectual granadino nos descubrió cómo fluctúan las costumbres sexuales, que los egipcios usaban preservativos o los actores de la comedia griega falos artificiales, nos habló del cinturón de castidad o de las orgías masculinas (“plato combinado”) de la antigua Roma, los sex-shops ambulantes de la Edad Media, el fetichismo del pie en la España barroca, la conexión entre el tamaño del sexo masculino y la nariz, o la visión de la mujer en el XIX. Morales fue quien escribió la primera antología erótica publicada en español y una de las pocas existentes en el mundo y nos reveló que la vida sin Eros no tiene sentido y que lo afrodisíaco es la esencia de cuanto nos rodea.

La evolución del Eros

El desarrollo y evolución del erotismo a través del tiempo ha igualado a ambos sexos. Se inicia, a decir de Morales, en la más remota antigüedad, en Egipto, con la mujer como fuente del mal. Con los griegos la mujer fue excluida del sexo y el amor se limitó al erasta y el eromeno, el maestro y el discípulo. Con el amor provenzal medieval la mujer por primera vez se convirtió en sujeto de amor. Luego la Iglesia y posteriormente la época victoriana nos llenaron de neurosis y aberraciones. Después vino Freud y le devolvió al sexo su importancia.

En opinión del autor de El devorador de sombras la relación actual entre hombre y mujer ha pasado a ser un vínculo entre iguales, entre erasta y erasta, y por ello se ha producido este boom de la literatura erótica femenina que vivimos actualmente, pero por desgracia se trata de un sexo banalizado. Para Morales, si supiéramos penetrar en lo profundo, en los cimientos de lo erótico, la igualdad entre hombres y mujeres nos traería una gran época de sensualidad repleta de fantasía y deseo.

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Imágenes

A partir de La bella dama sin piedad de Frank Dicksee, siglo XIX, Museo de Pintura de Bristol.

A partir del óleo El cantar de los cantares de Gustave Moreau, 1853, Museo de Bellas Artes de Dijon.

A partir del óleo de Frederick Leighton, Luz del harén, ca. 1880, colección privada.

Para saber más

Erótica sagrada (1989); Antología de la literatura erótica: el juego del viento y la luna (1999); Quixote erótico: el erotismo en el Quijote (2005); Por amor al deseo: historia del erotismo (2006); Jordi Marlet, “Sobre erotismo. Entrevista a Gregorio Morales”, Suplemento de Cultura del diario Avui, 19 de junio de 2000; Gregorio Morales, “Literatura erótica y literatura amorosa”, en Leer, nº 98.

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