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Lo que nunca te contaron de las hermanas Brontë


La leyenda ha convertido a las hermanas Brontë (autoras de tres obras cumbre de la literatura inglesa, Cumbres borrascosas, Jane Eyre y Agnes Grey) en heroínas de novela romántica: “pobres, solitarias y apasionadas solteronas provincianas”, huérfanas de madre que estudiaron en un terrible internado, vivieron en el páramo de West Yorkshire en una casa parroquial junto a un macabro cementerio, y murieron jóvenes de tuberculosis. Casi tuvo final feliz una de las hermanas, Charlotte, que se casó e iba a ser madre pero todo quedó truncado por su prematura muerte. La crítica literaria, según su enfoque, las ha estudiado a la luz del feminismo, el psicoanálisis o la ecocrítica, y las ha retratado como anoréxicas o hipocondríacas. Pero la realidad no fue tan sórdida como se ha dicho. Hay que entender su existencia en el contexto del siglo XIX.

Miles son las ediciones de sus obras y las adaptaciones para teatro, cine, televisión, ópera, musical y ballet, pero también sus vidas han sido objeto de fascinación. Dicen los expertos que solo Shakespeare y Byron pueden competir con las Brontë en número de biografías. Y es que el género fue muy cultivado en Inglaterra, especialmente en la época victoriana donde los detalles morbosos y macabros resultaban atractivos, y en el caso de las Brontë estos aspectos abundaban. Pero su biografía se confundió con la novela y se creó una leyenda romántica perpetuada a lo largo de los siglos. Leyenda que en parte iniciaron ellas mismas al publicar con seudónimos en sus comienzos –Currer, Ellis y Acton Bell–. Fue tras la muerte de Charlotte cuando sus biógrafos, por no decir “hagiógrafos”, en algunos casos novelistas conocidos, las convirtieron en “santas”, seleccionaron los hechos que se adaptaban a esta idea y rechazaron cualquier elemento o episodio que pudiera ser “perturbador”.

La hermana más conocida es Charlotte, por ser la que más tiempo vivió y la más estudiada. Fue la única de quien se conservaron numerosos documentos, con un epistolario ingente. Todo lo relacionado con Emily se destruyó ex profeso, bien a petición de ella misma o por que alguien consideró que era lo mejor, mientras que Anne es casi una desconocida. Lo poco que sabemos de Emily, Anne y Branwell se debe a los comentarios que hizo la propia Charlotte en sus cartas, que al parecer fue la más extrovertida, irónica e ingeniosa, mientras que Emily y Anne eran más reservadas y tímidas. Ya es hora de que conozcamos a las verdaderas hermanas Brontë.


Su padre, el pastor Patrick Brontë era irlandés, licenciado en filosofía y letras en Cambridge. Su madre, Mary Branwell, quince años más joven que él, era de Cornualles e hija de un comerciante. Contrajeron matrimonio en 1812 y tuvieron seis hijos. Las dos primeras, Mary y Elizabeth, nacieron en Hartshead (o en Hightown) en 1814 y 1815, y los cuatro hermanos Brontë más conocidos nacieron en Thornton, una pequeña población del West Riding, provincia de Bradford donde habían llegado en 1815. Charlotte vino al mundo en 1816, Patrick Branwell en 1817, Emily en 1818, y Anne en 1820, año en que los Brontë se trasladaron a Haworth, al noroeste de Thornton, donde permanecieron hasta el fin de sus días.

El último miembro de la familia en desaparecer fue el reverendo Patrick Brontë, el más longevo, que lo hizo en 1861 con ochenta y cuatro años. La madre falleció en 1821 de “cáncer interior” (quizá cáncer ginecológico o una enfermedad desconocida entonces), tenía treinta y ocho años. Mary y Elizabeth murieron en 1825 de tuberculosis (o de una epidemia de tifus que afectó al internado donde estudiaban) con once y diez años. En 1848 murieron de tuberculosis Emily y Brandell a la edad de treinta, y treinta y un años. Brandell era alcohólico y opiómano y la familia sufrió mucho con él. En 1849 lo hace Anne, también de tuberculosis, tenía veintinueve años. En 1855, embarazada y tuberculosa (o afectada de fiebres tifoideas) fallece Charlott sin terminar el libro en el que trabajaba, Emma. No había cumplido treinta y nueve años.


La vida decimonónica era dura para todos


La muerte en plena juventud era frecuente en la Inglaterra del XIX. Sin los avances de la medicina y en condiciones insalubres, la esperanza de vida era de veinticinco años y la mortalidad antes de los seis años del 41%. El embarazo y el parto era causa de mortalidad femenina. El tifus, el cólera y la tuberculosis eran endémicos y se veían agravados por la malnutrición y la explotación laboral (¡los niños trabajaban jornadas de cuarenta y ocho horas semanales!). Las condiciones sanitarias eran pésimas y afectaban a todas las clases sociales. El alcantarillado, nefasto, y las aguas de los pozos contaminadas por filtraciones. La inexistencia de retretes o los retretes compartidos no mejoraban la situación. En algunos internados, como el de Cowan Bridgey, donde fallecieron las hermanitas Mary y Elizabeth, las condiciones de vida eran tan espartanas, en parte por la mentalidad calvinista y puritana, que el resultado podía ser mortal: por falta de higiene las epidemias se propagaban, no había calefacción, la comida era escasa y las intoxicaciones habituales, bien por mala calidad, bien por la errónea manipulación de los alimentos. En cuanto a las adicciones que padeció su hermano Brandewll, el alcohol, el opio o sus extractos como el láudano, eran comunes durante el romanticismo donde la sensibilidad se inclinó hacia la depresión y la neurosis.


Las hermanas Brontë vivieron en un pueblo próspero


Se ha dicho que la vida de las Brontë transcurrió en un lugar agreste, baldío, entre ciénagas y montañas, en el último pueblo antes del páramo, donde no había árboles ni flores y siempre soplaba el viento. Desde luego el páramo, solo cubierto de brezo, comenzaba en Haworth, un pueblo “desconocido”, pero no “perdido” sino inmerso en la Revolución Industrial, con sus huelgas y altercados entre obreros y patronos. Entre 1801 y 1851 la población superaba los tres mil habitantes. Las fábricas textiles a lo largo el río Worth fueron las primeras de Yorkshire y estaban en pleno apogeo, en total trece industrias textiles. La economía se completaba con las canteras, la ganadería y la agricultura en granjas diseminadas. Había un médico fijo, comerciantes y tenderos, seis fondas, capillas baptistas, metodistas y anglicanas, con escuelas dominicales y una escuela pública.

Gracias a las Brontë, Haworth dejó de ser “desconocido”. En 1850 los admiradores comenzaron a visitar el pueblo y la casa parroquial donde vivieron las escritoras. En 1857, cuando apareció la primera biografía de Charlotte, el lugar ya estaba inundado de turistas, de lo que da cuenta la prensa local. En la década de 1870 Haworth y la casa Brontë se habían convertido en lugar de peregrinación. Eso sí, algunos se decepcionaron porque el lugar no era como esperaban (macabro). Hoy es un destino turístico-literario con encanto.


Los Brontë eran de clase media acomodada


La leyenda afirma que eran pobres y pasaron penurias. Lo cierto es que la familia Brontë pertenecía a una clase media más o menos acomodada, aunque tuvieron sus dificultades. En casa siempre hubo servicio interno, una de estas doncellas, la fiel Tabby, convivió con ellos al menos treinta años, hasta que falleció siendo anciana. Cuando enfermó Mary, la madre, se contrató a una enfermera. Un profesor de dibujo les dio clase a domicilio. Las niñas fueron al internado y al colegio, aunque el grueso del capital de los Brontë fue a parar a la educación del hermano varón (lo normal en la época), en el que habían puesto todas sus esperanzas, luego defraudadas. Como las rentas de la tía Elizabeth pasarían a otros herederos a su muerte, y el dinero de su padre era insuficiente para pagar los estudios de Brandwell y mantenerlas a las tres, las hermanas tuvieron que trabajar para tener sus propios ingresos.

La familia, debido a las firmes ideas del reverendo Brontë, vivió con sobriedad, su mobiliario era escaso, no tenían cortinas ni alfombras, la alimentación era parca y sus vestidos anticuados. El estricto Patrick Brontë hizo trizas una bata de seda que su mujer guardaba como un tesoro por inadecuada, echó al fuego unas botas de colores que les había regalo a los niños la enfermera de la señora Brontë porque eran demasiado alegres, y les daba de comer siempre patatas, aunque hubieran podido comprar carne, para forjar su carácter. Es posible que la parca dieta alimenticia impuesta en la infancia por su padre originara no solo la presunta anorexia que sospechan algunos críticos contemporáneos, sino que pudo ser caldo de cultivo de la tuberculosis.


La casa de las hermanas Brontë no era tétrica


En Thornton, donde nacieron los cuatro Brontë menores, habitaron en la casa parroquial, la mejor de su calle y situada en la carretera principal de Bradford. Ya en Haworth también vivieron en la casa parroquial, Parsonage, a la salida del pueblo, junto al cementerio y próxima al páramo.

Las condiciones sanitarias de la casa no eran peores que la media de aquella Inglaterra, para empezar era típico que el camposanto estuviera junto a la iglesia, y no se consideraba peligroso que el pozo donde se extraían las aguas estuviera cerca de la necrópolis. Pero la casa con todo, era una de las mejores de la localidad, con una buena biblioteca, chimenea en todas las habitaciones, y con su propio retrete, algo excepcional.

Se trata de un edificio de dos plantas con fachada de piedra beige del terreno, con los suelos también de piedra. Sabemos por sus amigos que las paredes estaban pintadas de gris en lugar de empapeladas, y como dijimos antes no había cortinas ni alfombras, y estaba muy limpia. Era la sobriedad esperada de un pastor y su familia alejada del recargado gusto victoriano. Vasta ver el Brontë Parsonage Museum que hoy alberga su casa, gestionado por la Brontë Society, para desechar la leyenda.



Las Brontë no vivían encerradas


Hay que descartar la recurrente imagen de unas hermanas Brontë solitarias y encerradas en casa. Para empezar no vivieron solas, además de Tabby, estaba su tía Elizabeth, la hermana de su madre, que vivió con ellos hasta su muerte. También se relacionaron con su entorno en Haworth, con personas de las clases sociales acomodadas, industriales, propietarios, profesionales liberales, amigos de su padre, otros clérigos, etc. Sabemos que Charlotte recibía y devolvía las visitas de sus amigas, y que sus hermanas Anne y Emily tenían trato con estas. Charlotte además mantuvo amistad con sus compañeras de colegio con las cuales se carteaba, así como con otros escritores y escritoras, como la señora Gaskell, la autora de Norte y Sur, a quien posteriormente su padre y su editor encargarían la Vida de Charlotte Brontë, la biografía madre de la leyenda romántica.

Por otra parte, las hermanas no permanecieron siempre en el hogar, salieron de Parsonage, la casa parroquial, en distintas ocasiones con mejor o peor fortuna, bien para estudiar en el internado de hijas de clérigos de Cowan Bridgey (donde enfermaron las hermanas mayores), en el colegio de la señorita Wooler en Roe Head de Mirfield, o en el colegio Héger en Bruselas. Igualmente salieron de casa para trabajar como maestras e institutrices. Y si volvieron a casa no se debe a que anhelaran recluirse en su hogar, sino a que las draconianas condiciones laborales, como se verá después, afectaron a su salud, débil de por sí. Además Charlotte viajó a Londres y a Manchester en distintas ocasiones, ya como escritora.


Las Brontë conocieron a otros hombres, aparte de su padre y de su hermano


El hecho de pensar que las Brontë eran “solteronas” sin más trato con otros hombres que su hermano y su padre es ignorar la realidad. En la rectoría había jóvenes coadjutores del reverendo Brontë, y es posible que Anne estuviera enamorada de uno de ellos, William Weightman, amigo de Branwell y muy querido por las hermanas, que falleció de forma prematura en 1842. Charlotte, de hecho, se casó en 1854 con uno de los ayudantes de su padre, Arthur Bell Nicholls. La “hagiografía” de Charlotte olvida que previamente había estado enamorada del profesor Heger, que estaba casado y que por dicha causa Charlotte debió dejar el centro donde trabajaba, este amor pudo inspirarle El profesor. Charlotte también se había enamorado de su editor, George Smith, al que sacaba siete años. Lo cierto es que Charlotte había tenido otras ofertas de matrimonio que había rechazado, una de Henry Nussey, el hermano de su amiga Ellen (sí, las Brontë se relacionaron con los familiares de sus amigas), y otra de James Taylor (empleado de su editorial).


Las Brontë fueron maestras e institutrices


Charlotte, Emily y Anne ejercieron como maestras e institutrices desde muy jóvenes, una salida habitual en el siglo XIX para las mujeres cultas y educadas que carecían de rentas propias. Las condiciones laborales –en la Inglaterra de entonces había más de veinte mil institutrices– eran precarias. Charlotte ejerció en el colegio de la señorita Wooler, Emily en Halifax, y Anne cerca de York. Y tanto Emily como Charlotte fueron profesoras de inglés en Bruselas, en la escuela del señor Heger. Sufrieron jornadas agotadoras que afectaron a su salud física y mental, a cambio de unos sueldos exiguos. Charlotte dijo que su trabajo consistía en: “Enseñar de la mañana a la noche”, y Emily que su trabajo duraba: “de seis de la mañana a once de la noche”. Charlotte lo definió como “esclavitud”.

Otro inconveniente de ser institutriz en una sociedad tan estratificada como la victoriana era vivir en el “limbo” social. La institutriz no pertenecía a las clases elevadas de sus patrones pero tampoco a la desfavorecida de los miembros del servicio, no estaba “arriba” ni “abajo”, lo que la aislaba de cuantos la rodeaban. Este hecho quedaba agravado por una educación que impedía demostrar los sentimientos: “Pero hijo –regañaba una madre–, qué ocurrencia: ¡querer a tu institutriz!”. El delito del niño de corta edad: haberle dicho a la señorita Brontë: “Te quiero”.

No obstante la dura experiencia, que retrataron Anne en Agnes Grey y Charlotte en Jane Eyre, las hermanas hicieron planes en 1844 para convertir Parsonage en un internado, pero parece que las reformas necesarias las obligaron a desistir.

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Para saber más:


Aurora Astor Guardiola, Proceso a la leyenda de las Brontë, Universidad de Valencia, 2006.

Elizabeth Gaskell, Vida de Charlotte Brontë, Alba, 2013.


Imagen


A partir de una foto del Brontë Parsonage Museum, Haworth, Yorkshire.

A partir del óleo de J. H. Thompson, Retrato de Charlotte Brontë, Brontë Parsonage Museum, Haworth, Yorkshire.

A partir del óleo, Las hermanas Bronte, pintado por su hermano Patrick Branwell Brontë, ca. 1834, National Portrait Gallery, Londres.

A partir de una foto del reverendo Patrick Brontë, realizada por un fotógrafo inglés anónimo del XIX.


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