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La seductora reina de Saba


La reina de Saba vivió en torno al siglo X a. C., en el actual Yemen. Entonces Saba era el mayor y más importante de los reinos del sur de Arabia, uno de los enclaves principales de encuentro entre Oriente y Occidente, un poderoso emporio comercial basado en el olíbano y cuya época más gloriosa está representada por una mujer, su legendaria soberana, coetánea de Salomón y de la que nos habla la Biblia.

En términos históricos sabemos poco de la reina de Saba. Parece probable que visitara Jerusalén en embajada diplomática, historia que también nos ha llegado a través de las caravanas de mercaderes que atravesaban el desierto y de las leyendas etíopes recogidas en la crónica medieval Kebra Nagast que se remonta a Menelik I, el supuesto hijo que la reina de Saba tuvo con el rey Salomón.

Saba

La capital de Saba fue Maryab o Marib, fue una capital bulliciosa repleta de mercaderes y comerciantes. Una ciudad de unas ciento diez hectáreas de extensión amurallada y unos veinte mil habitantes. Entre las principales edificaciones de Marib destacaba la Gran Presa, una mole de piedra que recogía las aguas de las montañas y la aprovechaba gracias a un entramado de canales y un sofisticado sistema de irrigación. Un auténtico monumento de la ingeniería del mundo antiguo que permitió convertir la zona en un fértil oasis de diez mil hectáreas, el “jardín” o la “tierra” de los “dos paraísos”, como fue llamado, pues formaba dos oasis, uno a la derecha y otro a la izquierda. Esta presa tenía seis metros de norte a sur, y fertilizaba un valle que alimentaba en total a unas cincuenta mil personas.

Otra de las destacadas construcciones de Saba fue el templo dedicado al dios toro Almakah, símbolo de la lluvia, la vida y la fertilidad. Uno de los mayores templos de Arabia, que constaba de quince hectáreas, y que tenía ocho pilares monolíticos de unos doce metros de altura cada uno, así como una escultura del dios-toro de bronce de nueve metros de altura, situada a las puertas del templo. El edificio religioso recibió el nombre de Mahram Bilkis, es decir el ‘Templo de Bilkis’, pues Bilkis o Belkis (también Balkis) fue llamada la reina de Saba por los árabes.

El templo estaba unido a la ciudad por un camino ceremonial de ocho kilómetros de largo que preparaba al peregrino para la grandeza del dios, y lo purificaría para los rituales de sacrificio de corderos y ovejas.

Aunque quizá las edificaciones más conocidas de Saba sean los rascacielos elaborados con ladrillo de barro y adobe, algunos de hasta veinticinco metros de altura, una construcción típica que aún existe en Yemen.

La reina de Saba

En términos históricos no tenemos datos de la reina de Saba. Es posible que encabezara en el siglo X a.C. una embajada comercial y diplomática al reino de Salomón, con objeto de establecer algún tipo de acuerdo o tratado sobre el olíbano, el incienso que se producía en el sur de la península arábiga y en el Cuerno de Oro africano, y del que Saba tenía el absoluto monopolio comercial, y que lo había convertido en uno de los pueblos más ricos de la Antigüedad.

El olíbano es una resina aromática con la que se producía el francoincienso, un producto más caro que el oro y altamente apreciado en el mundo antiguo por griegos y romanos, pues era utilizado para perfumar los templos, para los sacrificios y ofrendas y para esparcir en las piras funerarias. Pero también comerciaba Saba con otros artículos de lujo como el oro y el marfil de África, el lapislázuli de Afganistán, el ámbar de Etiopía, las especias de la India, las sedas de China, pues era uno de los centros de las rutas comerciales más importantes de caravanas, ante de dirigirse al norte, a Egipto, Mesopotamia y todo el Mediterráneo.

Parece que estas relaciones comerciales entre Saba e Israel se produjeron efectivamente, como demuestran las cerámicas encontradas por los arqueólogos. Para ello la reina de Saba debió emprender un viaje épico de mil kilómetros de ida y vuelta hasta Jerusalén. La caravana encabezada por la reina avanzaría por los lechos de los ríos secos, a través de la costa del mar Rojo y hasta más allá del Jordán, y su intención sería encontrarse con uno de los reyes más poderosos de la Antigüedad, Salomón, un astuto diplomático que protegía celosamente sus fronteras.

La leyenda etíope de la reina de Saba, que la llama Makeda, dice que los comerciantes hablaron a la soberana de la sabiduría de Salomón y ella quiso rendirle tributo con fabulosos tesoros. Según esta tradición el rey temía que Makeda fuera un demonio y que tuviera los pies de cabra (o asno), es decir hendidos, por ello la sometió a una prueba: caminar por un suelo cubierto de cristales tan relucientes que parecían agua, ella se levantó la túnica y dejó al descubierto unos pies de mujer para tranquilidad de Salomón. O quizá solo quería comprobar el rey sabio que Bilkis o Makeda no era un hombre travestido.

Pero la reina de Saba también puso a prueba a Salomón sometiéndolo a un interrogatorio de adivinanzas, para que demostrara que era tan sabio como se decía.

Según la tradición etíope, Makeda, la reina de Saba estuvo algún tiempo en Jerusalén pero cuando decidió que debía regresar a su país, el rey Salomón, que era conocido por tener muchas esposas, al menos trescientas –entre las que se encontraba la hija del faraón–, además de setecientas concubinas, quiso seducirla. Para ello el astuto monarca estableció el siguiente plan: le hizo jurar a Makeda o Bilkis que no se llevaría nada del palacio, y él a cambio no la forzaría a tener un encuentro sexual. Pero Salomón la engañó. Le ofreció una suculenta comida salada, picante y especiada, y no le ofreció de beber. Cuando la reina de Saba, por la noche, se despertó sedienta, tomó un cuenco de oro con agua y el rey le dijo que “había roto su juramento” y por el tanto él era libre de “romper el suyo”. Así que finalmente tuvieron ese encuentro en el que Saba resultó embarazada.

Según esta misma tradición el hijo de la reina de Saba y del rey Salomón, Menelik, cuando se hizo adulto visitó Jerusalén para conocer a su padre, que le entregó el arca de la Alianza que de esta manera llegó a Etiopía.

En términos históricos arece que el imperio sabaeno o sabeo en algún momento se extendió desde Arabia hasta la actual Etiopía, o al menos, las redes comerciales del sur de Arabia se asentaron en el Cuerno de Oro, como parecen atestiguar los restos encontrados de escritura sabea y las representaciones de íbices o antílopes, típicas de Arabia, en Etiopía.

El fin del reino de Saba

En torno al siglo VI d. C. con el auge del cristianismo, el fin de los templos paganos y de las incineraciones de los cadáveres –se prefiere la inhumación a la incineración–, se pone punto y final al imperio del olíbano. El reino de Saba ya había entrado en decadencia al haberse desviado las rutas de comercio, que habían aislado a Marib. El derrumbe de la Gran Presa, quizá debido a un terremoto u otro cataclismo natural, puso fin a la agricultura en la zona, y del otrora oasis solo quedó el espejismo. Su época más gloriosa estuvo representada por una mujer, la reina de Saba, Bilkis o Makeda.

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Para saber más

Flavio Josefo, Antigüedades judías, libro VI.

Libro primero de los Reyes, Reinado de Salomón (de I Reyes 4, 4-5, 26 a I Reyes 11, 20-12, 9) y Libro segundo de Crónicas, Reinado de Salomón (de II Crónicas 2, 4-4, 4 a II Crónicas 9, 30- 11, 20).

Documental La reina de Saba: detrás del mito, Discovery Chanel & BBC World Wild LTD, 2002.

“Ancient South Arabia”, en British Museum, disponible online en http://www.britishmuseum.org/explore/online_tours/middle_east/ancient_south_arabia/the_kingdoms_of_ancient_south.aspx

Imágenes

A partir del cuadro de Lord Frederick Leighton, Pavonia, óleo, 1858-1859, colección privada.

A partir de una postal de la actriz Betty Blythe como la reina de Saba para la película muda del mismo título dirigida por Gordon Edwards, 1921.

A partir del cuadro de Edward John Pointer, La visita de la reina de Saba al rey Salomón, 1884-1890, Museo de Arte de Nueva Gales del Sur, Sidney.

A partir del cuadro de Giovanni De Min (S. XIX), Salomón y la reina de Saba, colección privada.

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